Aguacates

Aguacates Juan: Reseña

Aguacates Juan es una novela de tipo ficción en el que su autor, Lorenzo Vicens, nos narra con lujo de detalle y en tercera persona la travesía de Juan (protagonista) en busca de un mejor porvenir, así como también las vicisitudes con las que se encuentra durante la misma.

La historia comienza cuando Juan decide abandonar su pueblo Natal (Moca) para dirigirse a la Gran Santo Domingo, donde su compadre (Ramón) lo espera con un nuevo trabajo del cual aprenderá una valiosa lección.

Es bueno mencionar que, antes de tomar dicha decisión, Juan se dedicaba al cultivo de aguacates en la finca de Don José, su patrón, su amigo o como él mismo lo consideraba, su mentor; había pasado media vida allí, conocía todo en lo que a aguacates se refería –cómo saber si están en el punto, para qué tipo de comida en específico están aptos, cómo está su interior, etc.

No obstante, tras la muerte de su amo, la finca pasó a manos de sus hijos, quienes no conocían mucho del negocio y solían derrochar todo el dinero que producían. Debido a esto, las tierras se pusieron en venta y la adquirieron unas personas sin escrúpulos iguales o peores que los hijos de Don José. Es aquí en donde Juan opta por salir de allí y tomar rumbo a la Capital en pro de un mejor futuro. Tenía una esposa (Esperanza) y tres hijos (Juanito, María y José), por lo que no podía darse el lujo de estar sin empleo y, digamos que en su pueblo, no habían muchas oportunidades, mucho menos para un señor que solo sabía de aguacates.

Llegado el día de partir, Juan sale temprano por la mañana como un ladrón –nadie lo sintió– y abordó una guagua en la que como una broma del destino, sonaba una canción que se asemejaba un poco a su realidad (Visa  por un sueño, de Juan Luis Guerra) solo que en este caso, la visa era con rumbo a La Gran Manzana dominicana (Santo Domingo).

Después de varias horas de carretera, Juan arribó en su objetivo, donde lo esperaba su compadre con mucha alegría y quien, luego de unos minutos emotivos, lo dirigió hacia su nuevo empleo. Al llegar allí, se topa con la sorpresa de que su nueva ocupación consistía en vender unos famosos esquimalitos por las enormes calles de la ciudad vestido de Pingüino.

Como la necesidad y el gusto no son muy amigos, Juan toma el empleo y se abalanza en su primer día, por supuesto, con su compadre Ramón como guía principal.  Conforme pasaban los días, el ahora nuevo vendedor de pingüinitos fue adquiriendo destrezas en el oficio, hizo records en ventas de una manera tal, que su jefe le había ofrecido un ascenso que aún no era del todo concreto; le estaba yendo bien, pero no lo suficiente como para traer a su familia desde Moca, que ya le estaba empezando a hacer mucha falta.

En uno de los afanes de la rutina, Juan observó cómo un vendedor de aguacates que rondaba por una de las esquinas en que vendía sus esquimalitos, solía discutir con sus clientes producto de las múltiples quejas en el mal sabor de los mismos, él se defendía alegando que el corazón del aguacate solo lo conocía el cuchillo, y que no había manera de saber si el aguacate que vendía saldría bueno o no.

Un poco intrigado por la situación, Juan se acerca y sostiene una conversación con el vendedor, quien no tardó en manifestarle su desconformidad con el oficio; de hecho, ya había decidido dejar ese puesto para dedicarse a la venta de accesorios celulares. Como Juan y él ya se conocían, el vendedor le ofrece que deje su oficio de venta de esquimalitos para vender accesorios con él. Necesitaba alguien que le cubriera las demás  esquinas y sabía que Juan era un hombre honesto y trabajador. En resumidas cuentas, Juan ya poseía dos ofertas de trabajo: el ascenso en la fábrica de esquimalitos y la venta de accesorios celulares, que por esos días parecía ser un negocio algo rentable.

Sin embargo, más que en las propuestas laborales, Juan estaba pensando en otra cosa, lo que había dicho el vendedor a un cliente: “el corazón del aguacate sólo lo conoce el cuchillo”, él sabía que no era del todo cierto, porque si había algo en lo que él era bueno era en los aguacates, así que, después de sopesarlo por unos días optó por adquirir el puesto de aquel vendedor en lugar de aceptar la comodidad de un empleo, dedicándose únicamente a ello.

Luego de adquirir un buen suplidor y abastecerse de aguacates en diversas condiciones (verdes, maduros, casi por madurar…) Juan emprendió su negocio, y se dio cuenta que más que ofrecer un producto, debía satisfacer una necesidad, por lo que empezó a clasificar sus aguacates por comidas (aquellos que eran mejores para una ensalada, para comer con pan o para un sancocho) y definitivamente, eso lo empezó a distinguir de los demás vendedores, además de que la calidad que poseía su producto era superior en gran medida. Las ventas eran tan buenas que generó lo suficiente como para traer a su familia a vivir con él.

Pero, como todo al emprender un negocio no es color de rosa, se le presentó el primer problema: algunos clientes que mandaban a comprar los aguacates con otra persona, se confundían de vendedor y no se lo compraban a él, por lo que al creer que sí se trataba de su producto, las quejas, reclamos y devoluciones recaían sobre su persona.

No obstante, esto no lo derrumbó, y con ayuda de su hija María y su hijo Juanito, quienes era expertos en mercadeo y en contabilidad respectivamente, pudo hallar la solución: colocar una etiqueta personalizada  en cada aguacate, al igual que utilizar un uniforme mientras los vendía. De esa forma se empezó a constituir la empresa “Aguacates Juan”.

Con el pasar de los días, el negocio fue creciendo, al igual que los problemas que se suscitaban en el mismo (la escasez de aguacates en épocas específicas del año, los que se le dañaban antes de venderlos, los precios altos en comparación con la competencia, falta de vendedores capacitados, etc.), pero a cada uno de ellos y con la ayuda de su familia, Juan le encontraba la solución.

Después de superar varias adversidades y a medida que pasaba el tiempo, Aguacates Juan se convirtió en la principal cadena suplidora de aguacates de los restaurantes de la ciudad, vendía aguacates al por mayor y también unitarios en las esquinas, había construido todo imperio, la demanda era tanta que Juan empezó a entrenar personal para cubrir más esquinas, pasando de ser vendedor a supervisor y único Director Ejecutivo de la empresa. Su fama era tal, que algunos reporteros del país lo habían entrevistado, ¡Ya sus aguacates eran famosos!

La historia culmina cuando el compadre de Juan, regresa junto a su hijo desde Nueva York (antes de iniciar con las ventas de los esquimalitos, Ramón estaba en proceso de irse del país, pedido por su hijo Iván) quien estaba interesado en adquirir unas tierras para cultivarlas con aguacates, pero como sabía que Juan era experto en el área, no tomaría ninguna decisión hasta contar con su aprobación.
Una vez Juan, Ramón e Iván estaban reunidos, este último le mostró la finca que quería comprar y le ofreció encargarse de ella, él sería el dueño de la mitad de la propiedad y únicamente se dedicaría a su atención, puesto que Iván pondría todo el capital necesario.

Lleno de mucha felicidad, Juan acepta la propuesta (sin dejar su negocio de aguacates) y se da cuenta que todo el sacrificio valió la pena, su entusiasmo era tanto, que soltó unas  lágrimas de alegría y mirando al cielo exclamó fuertemente: “¡Regresé!… ¡Regresamos!… ¡Estamos de vuelta aquí, Don José!”

Opinión sobre la obra

La novela me parece excelente, aparte de entretenerte y adentrarte en la historia de manera cabal, te educa en temas de interés como son la construcción de un negocio, técnicas de mercadotecnia, administración y las etapas por las que atraviesa una empresa al momento de constituirse. A esto podemos añadirle que te orienta en problemas frecuentes que suelen suscitarse cuando nos embarcamos en un nuevo proyecto. Y todo ello te lo presenta con un sabor dominicanizado que incluye desde paisajes propios de nuestra nación, hasta frases y actividades típicas que suelen realizar los dominicanos en su diario vivir.

La historia se narra con un lenguaje sencillo que es fácil de digerir, además se describen los paisajes de una manera tal, que sientes que estás viviendo en carne propia los momentos por los que atraviesa.

Yo diría que el éxito de Aguacates Juan, se debió principalmente al conocimiento empírico que poseía Juan del oficio, a las innovaciones que le permitieron distinguirse de la competencia, la excelente toma de decisiones y al enorme apoyo que recibió de su familia.

Nos deja como enseñanza que a veces en la vida hay que aprender a tomar las adversidades como una oportunidad de cambio, no sabemos por qué suceden las cosas, por lo que simplemente debemos limitarnos a aceptarlas e intentar salir adelante, aprovechando cada oportunidad que se nos presente, tal como lo hizo Juan. También, que siempre que intentemos hacer cosas que aparentemente estén fuera de lo común, habrá personas que no confiarán en nosotros y que nos llamarán locos, pero eso no debe  detenernos, solo hay que tener confianza en nuestros proyectos y en nosotros mismos.

Sin duda alguna “Aguacates Juan” constituye una excelente guía y aliada para todo aquel que desea emprender en algún negocio, sobre todo si se trata de un amante –como yo– de la literatura dominicana; mis felicitaciones para el autor.

Datos sobre la obra

Título: Aguacates Juan
Autor: Lorenzo Vicens
Prólogo: Melvin Peña
Año de publicación: 2008
Editorial: Norma
Idioma: Español
Estructura: 10 capítulos, 202 páginas
Personajes principales: 
Juan (protagonista)
Esperanza (esposa)
Juanito, María y José (hijos de Juan)
Ramón (compadre de Juan)
Pedro (amigo de Juan, suplidor de aguacates)
Don José (difunto, jefe de Juan)

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