Racismo e ideología

Racismo e Ideología en el discurso

RACISMO E IDEOLOGÍA EN EL DISCURSO

 

Si escuchamos las palabras racismo y discurso en la misma oración, quizás pensemos que tal asociación carezca de sentido, pero lo cierto es que se relacionan mucho más de lo que nos podamos imaginar.

¿En qué manera?

Para responder esta interrogante lo primero que se hace necesario es conocer de manera cabal el trasfondo que se oculta bajo estos términos. El racismo básicamente alude a la ideología que defiende la superioridad de una raza frente a otra, dicha doctrina puede verse manifestada en distintas formas: una acción, un comportamiento, una burla y, por supuesto, –aunque parezca difícil de creer– mediante el discurso.

Entendiendo este último no sólo como un evento formal de interacción verbal que persigue un fin, sino también –en un sentido más genérico– como una denotación de la práctica más habitual de comunicación, comprenderemos que el  discurso puede llegar a convertirse en un tipo influyente de práctica discriminatoria. Si partimos de esta premisa podemos afirmar que, evidentemente, cuando mantenemos una conversación estamos realizando un acto discursivo.

Ocasiones en las que contamos un chiste donde de una u otra forma se evidencie la inferioridad de una etnia frente a otra, o en las que escuchamos historias de alguna experiencia negativa con una raza particular, constituyen formas en las que el racismo se reproduce en la sociedad mediante la praxis del discurso.

Pero claro, no se trata de algo innato, sino que tales ideologías se aprenden y se distribuyen a través del discurso público, especialmente por medio de las principales élites que tienen el acceso a él: políticos y periodistas. Ése discurso dominante influye en los modelos mentales de los receptores, y ya que los discursos son negativos, también los modelos mentales lo son. En definitiva, sólo somos otras víctimas más de las grandes instituciones que de manera indirecta nos inyectan sus ideales racistas.

Ahora bien, detengámonos a pensar por un momento: presentamos el discurso como un evento comunicativo. Pero entonces, si se trata de un evento como tal, podríamos decir en su sentido más amplio, que éste incluye de igual forma expresiones no verbales como dibujos, gestos o mímicas, es decir, que los mensajes racistas también pueden transmitirse fácilmente mediante las imágenes, afiches o gestos despectivos, lo cual es aprovechado por la sociedad dominante para hacernos incurrir en acciones discriminatorias. Algunos ejemplos de esto podrían ser la etiqueta con el logo de Coca-Cola en la cual se aprecia fácilmente a un blanco en la parte superior escupiendo a un negro o incluso, el juego de ajedrez –donde las blancas juegan primero–. Sin lugar a dudas,  son formas en las que los grandes burócratas hacen calar en nuestra mente algunas ideas racistas que luego, de manera inconsciente, reflejemos en el accionar discursivo.

En suma, es evidente que el racismo es una plaga que se propaga mediante distintas fuentes, pero ya que el discurso es sinónimo de poder, podríamos decir que ésta la más prestigiosa y sutil   manera de hacerlo; así que, la próxima vez, antes de afirmar que discurso y racismo son términos que están divorciados, detente a pensarlo una vez más.

Publicado en Ensayos.

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