Para desarrollar este artículo tomaremos como punto de partida un texto que leí hace unos días y que me pareció bastante interesante, se titula: “Comunicación oral para el liderazgo en un mundo moderno” de la escritora Eileen McEntee.
Sin duda alguna, -y como dijo el famoso periodista mexicano Jenaro Villamil- la comunicación es una de las armas más poderosas, incluso aún más que las nucleares. Pues evidentemente, mediante una buena comunicación se puede construir una buena sociedad, sin embargo, con una mala se destruyen gobiernos, sistemas y sociedades.
Es por ello que en el texto “Comunicación oral para el liderazgo en un mundo moderno” Eileen McEntee, nos presenta de forma introductoria la descripción de dos escenarios: uno optimista y otro pesimista.
El primero abastecido de tecnología del más alto nivel, noticias positivas, animales sin peligro de extinción, abundancia de alimentos, sin contaminación, con disminución considerable de las enfermedades, reducción de la tasa de mortalidad y sin analfabetismo; en fin, un mundo perfecto.
El segundo, todo lo contrario: un mundo totalmente inseguro, sin oxígeno, lleno de radioactividad, totalmente árido, desolado, sin plantas, sin animales, lleno de enfermedades, violento y con escasez de agua; en resumidas cuentas, un mundo casi muerto.
Entonces, ¿Qué debemos hacer si queremos evitar caer en un mundo pesimista?
Según Becker (autor que la escritora cita constantemente) lo que contribuye a la propagación de un mundo pesimista no es más que la maldad de los hombres, en tanto que éste es un organismo que necesita de otros organismos para sobrevivir. Es por ello que nuestra posibilidad de sobrevivencia radica en esforzarnos por superar esta naturaleza, visualizar el futuro que queremos para nuestros hijos, nuestro futuro preferido, y tomar acciones dirigidas a crearlo. Es aquí en donde entra el poder de la comunicación, pues todos somos líderes, todos, por medio de un acto de la voluntad y el uso del lenguaje verbal y no verbal para comunicarnos con los demás, podemos influir en nuestro entorno, a fin de dar paso así a un futuro mejor que se acerque más a un escenario optimista que a uno pesimista.
Ahora bien, para diseñar un futuro más parecido al escenario optimista que al pesimista, debemos utilizar el poder del lenguaje de manera consciente y responsable. Es aquí en donde entra lo que la autora llama: “ética del comunicador”.
Como sabemos, el estudio de la ética trata cuestiones acerca del bien y del mal, de la obligación moral y de la conducta que señalamos como buena o mala. De esta forma, la ética del comunicador se refiere al uso de la palabra; a su conducta verbal, buena o mala, y a la manera en que maneja su lenguaje.
No es lo mismo emplear las palabras para describir la belleza de un paisaje o de un atardecer, que usarla para hacer comentarios que denigran al compañero, contar chismes o realizar falsos testimonios.
En tal sentido, debemos procurar siempre usar el lenguaje de una forma adecuada, implementado la ética comunicativa; que como bien dijimos se trata de emplear de manera correcta la palabra para enriquecer de una u otra forma a todos cuantos nos rodean, así y solo así, haremos de la comunicación el mejor medio para transformar el mundo de manera positiva.